Llega la Navidad, como decían los payasos de la tele, con sabor de mazapán, de turrón, de mieles y de pan. Y con ella… la elección de los regalos, la desazón de saber elegir bien sin perecer en el intento, distribuyendo inteligentemente nuestro presupuesto. Atrás quedaron esas épocas remotas en las que una caja de pañuelos, un balón de fútbol o un secador de pelo eran aciertos seguros. Ahora tenemos de todo y estamos acostumbrados —un poco menos hoy en día por la crisis— a satisfacer con cierta inmediatez nuestros apetitos consumistas. También es cierto que la avalancha de regalos que intercambiamos en estas fechas nos obliga a ser muy creativos para no meter la pata con un presente repetido o inadecuado. Las posibilidades son inmensas y las tiendas, los centros comerciales y las aglomeraciones también. Sobre todo si lo dejamos para última hora, como suele ser costumbre nacional.
¿Qué le regalamos a los nuestros? ¿A los que más nos importan, a esos para los que no sirve únicamente un detallito menor? Aunque existe un cierto encanto en abrir paquetes y destrozar envoltorios de regalo, la verdad es que la capacidad de emocionar y satisfacer las necesidades principales de su destinatario es la cualidad más memorable de un obsequio. En este sentido, podemos invertir mucho más tiempo que dinero preparando un regalo personalizado y emotivo: un álbum de fotos (digital o casero) con imágenes compartidas con los chicos, los amigos o los familiares es una magnífica opción. Lo mismo que un DVD con la recopilación de nuestros mejores momentos juntos o un cederrón con sus canciones favoritas. Si somos capaces, además, de acompañar estos presentes con frases emocionalmente significativas y dibujos personalizados, el éxito estará garantizado.
Y ya, puestos en materia, otra posibilidad es escribirle a esa persona única, en un papel bonito y de nuestro propio puño y letra, una carta con las razones que lo hacen tan especial, o con los motivos que nos impulsan a quererlo tanto cada día. Una variante de esta idea es el tarro de los aprecios, que consiste en llenar un frasco de cristal con papelitos de colores en los que, previamente, hemos anotado antes por qué le amamos tanto. También puedes plantearte regalarle una camiseta personalizada con esa frase, imagen o dibujo que tanto significa para ambos. Así, por quince o veinte euros podrás hacerle entrega de un regalo inolvidable.
Otra alternativa es acudir a Internet y escoger uno de esos regalos originales que, en realidad, no sirven para mucho: un ostentoso megáfono de iPhone con forma de gigantesca cornamusa, un juego de tazas de café con bigotes dibujados, una bufanda “Do not cross” para la escena del crimen o un microcongelador USB para una única lata de refresco.
En época de crisis no es malo reciclar, aunque resulta demasiado cutre reutilizar un regalo recibido con disgusto para endosárselo a otro. Nuestro consejo es innovar con el envoltorio. Personalízalo con un collage de fotos propias, o crea un saquito de tela con retales, o pídele a tus niños que dibujen y decoren folios especiales que, con un poco de celo, puedes convertir en pliegos espectaculares. ¡Incluso puedes tunear un sobre de correos y transformarlo en algo realmente especial!
La creatividad es cuestión de ingenio y tiempo, no tanto de dinero. Y así, aplicando algunas de estas pautas, te sentirás mucho más feliz haciendo tus regalos, llegarás al corazón y disfrutarás pensando en los demás.
Y si todavía no lo tienes claro, siempre puedes decantarte por un cheque-regalo de depilación en Dpila, el cual asegura, en todo caso, una auténtica experiencia satisfactoria y placentera.